La última atropellada

Tras casi 33 años en la profesión, el jockey Jorge Valdivieso correrá hoy por última vez; se despedirá en San Isidro, tras montar al potrillo Puchet en el Gran Premio Carlos Pellegrini

Entre aquel 17 de enero de 1975, cuando Jorge Valdivieso salió a la pista por primera vez para correr, y hoy, día que eligió para concretar su retiro como jockey, pasaron más que treinta y dos años y once meses. Fue, en realidad, toda una era, ésa en la cual el chico de 17 que estuvo en el hipódromo de Palermo tres horas antes el día del debut, por temor a llegar tarde, comenzó a escribir esa rica historia a bordo de caballos de carrera a la que este hombre de 50 le pondrá el punto final esta tarde, a las 19.30, en San Isidro.

Podría decirse que si gana el Gran Premio Carlos Pellegrini, la carrera más importante de América del Sur, le habrá puesto un moño a su trayectoria, pero su impronta va a quedar más allá de cualquier resultado que consiga cuando comience a oscurecer. Si cruza primero el disco, montado sobre el potrillo Puchet, será el baño de chocolate del helado en la fiesta de la que será protagonista como ningún otro. Acaso por eso es que admite: "Quisiera no estar en mi lugar, sino en la vereda de enfrente". En tal caso, se sumaría a las miles de personas que van a aplaudirlo desde cada punto del escenario del Jockey Club.

Por su despedida hay un homenaje especial preparado, más que justificado por tratarse del ídolo del turf argentino. Ningún colega nacido en este país ganó tantas competencias como él ni fue receptor de semejante cariño. Tampoco se recuerda algún jinete al que sus compañeros y rivales hayan tomado como ejemplo de la manera que lo hicieron con Jorge. "Si se dieran cuenta de quién soy realmente...", bromea, sin perder la humildad, y sonríe, a horas de sus últimas carreras, y en una semana que ya tuvo sus agasajos. El martes, en la sede de la Gremial de Profesionales, lo hicieron un grupo de jockeys y anteayer estuvo en Neuquén, invitado por la prensa hípica de la capital de esa provincia. En tres días, en La Plata, allí donde se recibió de jockey, se realizará un programa completo de carreras dedicado al mendocino.

"Estoy orgulloso y agradecido por todo lo que pasa. Es muy lindo, pero me encanta y me incomoda a la vez. Quiero que pase pronto para no estar en el centro de la escena", confiesa, mientras se prepara, abrigado, para trotar una vuelta alrededor del hipódromo de San Isidro, unos seis kilómetros. Es parte de su entrenamiento, del sacrificio para mantenerse en peso. Incluso, revela que sólo tomará líquido hasta que compita hoy. "Si hay algo que no voy a extrañar va a ser a la balanza. Sin el buzo puedo trotar mil horas, pero con tanta ropa es fastidioso", afirma.

Así transcurre el principio de su despedida de las pistas. Otras sensaciones son las de siempre. "Los nervios, la responsabilidad, las ganas y el compromiso son los mismos del primer día", asegura quien no arrojará a la tribuna la ropa que vista, más el casco, la fusta y las antiparras. Todo será parte de dos subastas a beneficio. Esa es otra de las acciones que caracterizan a Valdivieso, distinguido como Ciudadano Ilustre en 2005.

El último capítulo como jockey será hoy, en el clásico que todos quieren ganar y que Jorge ya se llevó dos veces. Si vuelve a triunfar sería como hacer un gol en la final del Mundial y despedirse. Es una posibilidad, porque Puchet fue segundo en el Nacional y está entre los candidatos. Valdi ni quiere pensar en esa posibilidad y dice: "No me imagino lo que podría sentir, porque después de casi treinta y tres años, con lo que cuesta decidirse, ganar la carrera más importante, justo cuando ya decís «listo», sería increíble. Sí, creo que me bajo en el opuesto y no vuelvo para la foto...".

* En Palermo, pura emoción
Ayer, Valdivieso corrió por última vez en Palermo y ganó; tras su tarea se mostró emocionado: hubo aplausos y la gente se acercó para pedirle autógrafos y sacarse fotos.


Por Carlos Delfino
De la Redacción de LA NACION