El desafío para la Industria del Caballo en la Argentina es nuevamente
"Trabajar en forma INTEGRADA, HACIENDO QUE LAS COSAS PASEN"
Este año ¿lo lograremos?
Mario López Oliva

miércoles, 23 de enero de 2008

CABALGATAS POR EL BOSQUE Y LOS MEDANOS

CABALGATAS POR EL BOSQUE Y LOS MEDANOS

La otra noche de Villa Gesell se conoce a caballo y en silencio

Por: Gisele Sousa Dias Clarin
Fuente: VILLA GESELL. ENVIADA ESPECIAL

AL GALOPE. EL TURISTA RECORRE LA PLAYA Y EL BOSQUE DE OTRO MODO.

Es el polo opuesto del agite frenético de los boliches que dominan la madrugada. La antítesis de la urbe multitarget en la que Villa Gesell se convierte cada enero y que cuando oscurece encandila con sus luces y bocinazos. Es Gesell de noche, pero al galope, por los médanos. Y en silencio.

En la cabalgata nocturna, no rige la tiranía del tiempo: ni la del reloj ni la del clima. Nadie nos espera y a nadie le importará si el horizonte lanza flashes blancos y amenaza con partir el cielo en dos.

El grupo sale la calle 313 y Alameda 201. Boina, pañuelo al cuello y chomba de marca, Jorge Salinas, baqueano moderno, comienza su ritual sin que nadie lo note: ceba mate, conversa, y reparte los caballos. Detecta a la chica que nunca había montado uno y se lo asigna: "Tremendo Salvaje, hacele un mimito". Ella queda muda, pero la cara la delata: sabe que tendrá que atravesar el filo de los médanos y bajar las pendientes con Tremendo Salvaje. Nadie se lo confesará hasta la posdata del viaje, pero el chiste es guionado: Tremendo Salvaje es, en verdad, Pedrito.

La caravana se inyecta entre los senderos que dejan las acacias y eucaliptos. Hasta que el camino se acaba y aparecen las playas casi vírgenes. Y los caballos se lanzan a galopar, juntos, pero solos. Cuando se alcanza el mar, la oscuridad transforma a los demás sólo en siluetas.

Escalan médanos y bajan pendientes. Simulando obedecer las órdenes que da la presión de las riendas, conquistan la cima del médano más alto. Y dejan al jinete improvisado en medio de la nada. Y en medio de todo.

Si se mira hacia atrás, ahora sus pisadas conviven en la arena con las huellas de los neumáticos, en el límite imaginario con Cariló. Y emprenden la vuelta. Una música repetida acompaña el silencio: las patas de los caballos chapoteando por el mar. El silencio es un ritual compartido y se nota en los pescadores que callan, como si fueran a espantar a las presas. Una cara de Villa Gesell, tan cercana y tan lejana, que permite, al menos una noche, alejarse del rebaño.

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