El desafío para la Industria del Caballo en la Argentina es nuevamente
"Trabajar en forma INTEGRADA, HACIENDO QUE LAS COSAS PASEN"
Este año ¿lo lograremos?
Mario López Oliva

viernes, 4 de abril de 2008

Monty Roberts, “El hombre que escucha a los caballos”

Amigos del Caballo
Monty Roberts

Este enigmático hombre es conocido como “El hombre que escucha a los caballos” lo que nos lleva a pensar en la mítica figura del “susurrador” llevada al cine por el director Eric Roth, pero vamos a centrarnos en este personaje digno de admiración.

Monty Roberts nació en 1935 en Salinas (California). Trabaja con caballos desde hace más de sesenta años y vive junto a su esposa Pat en la costa central de California. Por sus venas corre algo de sangre Cherokee (su abuela paterna era una mujer Cherokee), nació y se crió entre caballos, en los Campos de Competición de Salinas. Desde muy temprana edad, con tres años, demostró su extraordinaria habilidad sobre un caballo, y a los 4 años ya era matriculado junto con su hermano Larry en los concursos alevín de “stock horses”.



El mismo Monty ha afirmado que todo lo que ha conseguido en su vida se debe a su temprana e intensa relación con los caballos aparte de por su padre, quien quiso enseñarle a domar a los caballos “a la antigua usanza”, un brutal método que incluso hoy en día se sigue practicando. En un corral circular se tenían seis postes sólidos colocados de forma equidistante, primero se les ponían las cabezadas a los seis caballos y se les ataba con fuertes cuerdas a los postes, a nueve metros el uno del otro, así se domaban 6 caballos de una sentada. El “domador” se colocaba en el centro del corral con una cuerda fuerte en cuyo extremo iba atado un saco de lona alquitranado y se dedicaba a lanzarlo contra las grupas y extremidades de los animales, que obviamente tironeaban aterrorizados y siempre terminaban heridos, de este modo, se “rompía” la voluntad del animal. Este estadio duraba cuatro días, tras los cuales se ataba primero uno de los pies por la cuartilla con una cuerda que iba a un prieto collar que previamente se había colocado al caballo, y así, reducido a sostenerse únicamente con tres extremidades, se volvía a “saquear”, y se iba cambiando la atadura de extremidad, durando esto unos 8 días mas. Después de estos días, con la extremidad aún atada, se les colocaba la silla, la presión de la cincha parecía darles renovadas fuerzas para resistirse a un nuevo “saqueo” que duraba otros 8 días, tras los cuales se les soltaba del poste y se les trabajaba uno por uno con rienda larga y una jáquima de cuero rígido una semana mas. Tras esa semana era cuando el domador les montaba ya uno a uno, con la silla puesta y una extremidad atada para disuadirles de “botarse” , aunque se les provocaba para ello subiendo y bajando o dándoles talonazos en el estómago, y al que se botaba o se resistía se le molía a latigazos hasta que su frágil y ya destrozada voluntad quedaba totalmente eliminada… ya se había definido totalmente la relación que el pobre animal iba a tener con su amo, miedo.

Su padre intentó que aprendiera a domar los caballos de tal manera a lo que Monty le pidió tiempo, soltó a dos potros recién traídos en el cercado y se dedicó a dar vueltas con ellos, caminando a su lado, observándoles, intentando que le dejasen acercarse, hasta que al tercer día se dio cuenta de que uno de los potros le seguía allá a donde fuera… y lo mas increíble, se dejó poner la silla mansamente, empezaba lo que iba a ser leyenda… Aunque su padre al ver de que manera había domado al potro en tres días en vez de hacerlo a la “antigua usanza” (que duraba 3 semanas) le propinó una brutal paliza a Monty con una cadena. Monty no quiso en ningún momento vilipendiar a su padre incluyendo estos hechos en su autobiografía, pero son retazos importantes de su vida, su padre realmente al ser medio cherokee sufrió muchos abusos durante su juventud por el tema racial además de crecer y criarse en el duro mundo de los pioneros.

Monty participó como jinete en las carreras de “cuarto de Milla” (carreras que han dado nombre a la raza Quarter Horse, originariamente llamada “Suelo cobrizo” y más tarde “Polvo de Acero” nombres que tomaron de sus dos principales sementales). En las pistas de carreras conoció a Farrell Jones, quien le enseñó que el aterrorizar a los caballos era contraproducente y mas en estas carreras ya que se conseguía el efecto contrario que se pretendía, estas carreras se caracterizaban por la salida fulgurante del animal, que casi se olvidaba de respirar hasta cruzar la meta. El método de Farrel Jones enseñó a Monty y se convirtió en parte en su manera de pensar que un hombre nunca debe decirle: “Tienes que…” a un caballo. Por el contrario ha de invitarle a realizar eso que le pide diciéndole: “Me gustaría…”

Entre los 8 y 12 años, Monty, correría unas 200 carreras en las que no sufrió ningún accidente grave, si bien solo un par de caídas.

El anteriormente mentado Farrel Jones se convertiría con el tiempo en el entrenador de pura sangres mas importante de Estados Unidos.

En 1947 se las vieron y desearon para conseguir caballos para el Rodeo de Caballos Salvajes que era parte del espectáculo que iba a celebrarse en Salinas aquel año ya que dada la demanda de carne de caballo durante la guerra, el número de ejemplares mustangs había disminuido drásticamente, en 1947 las manadas de California, Nevada y el sur de Oregón se habían reducido a las dos terceras partes y ahora se encontraban casi exclusivamente en Nevada. Así que Monty ofreció al organizador, Doc Leach, traer él y su hermano de Nevada 150 mustangs capturados por ellos mismos, metieron a sus caballos en un camión y partieron a por esos mustangs… ¿El trato? El trato con Doc era sencillamente que esos 150 caballos una vez finalizado el rodeo esos caballos en vez de ser vendidos al matadero como “carne para los cuervos” (asi se llamaba a los caballos destinados al matadero de Crow’s Landing para convertirlos en comida para perros) serían bien domados por ellos y sacados a subasta como caballos de silla.


b En esas fechas Monty tenía 13 años y su hermano Larry 12 y ese viaje para reunir 150 mustangs se iba a convertir en la experiencia mas importante de su vida, el poder observar en su hábitat natural y en manada a los caballos, su comportamiento, en suma, entenderles. Durante los tres años siguientes realizó varios viajes a las mesetas que estaban al otro lado de Sierra Nevada y cada vez que iba se quedaba varias semanas observando a los caballos.

Con las experiencias de sus observaciones salió el método “join”, y la primera demostración se llevó a cabo delante de Ray Hackworth, un reconocido entrenador de caballos y todo un caballero, suave pero disciplinario.

El método de unión consiste en “hablar” el mismo idioma que el caballo, el lenguaje del cuerpo, pasar de ser un depredador para él a ser de su propio grupo. Monty se metió en un corral circular con un potro salvaje y se dedicó a tomar el mismo comportamiento que hubiera visto la última vez en la matriarca de cierto grupo de mustang. Primero se cuadró frente al potro mirándole a los ojos, con los hombros cuadrados ante él… en su lenguaje es como decirle “márchate, no te quiero aquí, quiero que te vayas lejos” y en todo momento mantuvo esa posición respecto del caballo, que galopaba pegado a la valla del corral, de tanto en tanto lanzaba una cuerda fina a su lado sin tocarle para incitarle a huir, esto se prolongó un rato al cabo del cual el potro giró la oreja interior hacia él… era la primera señal, le prestaba atención, según Monty iba pasando su mirada de la cabeza del animal hacia su cruz.. su espalda… el caballo aminoraba de marcha, hasta que volvía a fijarla en sus ojos y el potro retomaba su carrera por alejarse de él. Tras un par de vueltas el potro empezó a lamer , a sacar la lengua entre los dientes y a tascar y mascar lo que sería interpretable como “Soy herbívoro y por eso hago esto con mi boca, no se si confiar en ti o no, necesito que me ayudes a tomar una decisión”. Entonces fue cuando el potro dio la siguiente señal, su cabeza descendió de forma que su nariz pasaba a pocos centímetros del suelo…”Déjame volver, no quiero huir mas”. En ese momento Monty se giró con lentitud pasando la vista unos seis metros por delante del potro y situando su cuerpo unos 45º respecto del animal, y sucedió algo increíble, el potro se paró inmediatamente y se separó del muro lentamente caminando hacia Monty un par de pasos… el potro se detuvo y Monty esperó… hasta que el potro terminó de avanzar rozándole el hombro con la nariz, “uniéndose” con él, ahora Monty era parte de su grupo, era el dominante y el potro confiaba en él. Reafirmando el fenómeno, Monty volvió a cuadrarse ante el potro manteniendo su mirada fija en él, “echándole” de nuevo de su lado, a lo que el potro antes de dar una vuelta completa al corral de nuevo estaba disculpándose y pidiendo ser aceptado de nuevo con la nariz a pocos centímetros del suelo, Monty le recibió de nuevo acariciándole y mimándole mucho, en menos de 25 minutos había conseguido que un potro salvaje caminase cómodamente detrás de él, y lo mas importante, que confiara en él.

Pero en esa demostración Monty no se detuvo ahí, cogió el equipo vaquero y lógicamente el potro al verlo se asustó y se alejó de él empezando a dar vueltas, pero Monty dejó el equipo en el suelo junto a él en el centro del corral y dejó elegir al potro entre él o el corral circular, pero el potro le eligió a él, “confiaba” en el, al ponerle la mantilla y la silla con extremo cuidado el potro apenas dio dos pasos hacia atrás, respirando con fuerza y los ollares dilatados, sus orejas no paraban de moverse, pero confiaba en Monty, le dejó ajustar la cincha con suavidad y con solo la montura puesta le incitó a alejarse de nuevo de él con la silla puesta, el caballo galopó por el cercado botando asustado por aquello nuevo que llevaba sobre el lomo, pero al cabo de unas cuantas vueltas galopaba con una cadencia regular, y de nuevo se dieron las señales, el potro le pedía ser aceptado de nuevo. Al volver a Monty, éste le ajustó bien la cincha y le puso una brida con filete repitiendo el proceso que ejecutó con la silla, En menos de 40 minutos Monty estaba montando a aquel potro, pero cual no fue su decepción cuando Ray tacho aquella sesión de doma como “pura chiripa” y se marchó despreciando el trabajo.

Fuente de la información: “El hombre que escucha a los caballos” Autor: Monty Roberts. (lectura muy recomendada para todo amante de los caballos)
Fotos extraidas de www.montyroberts.com y www.animal-lib.org.au




Autora: Darya

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