El desafío para la Industria del Caballo en la Argentina es nuevamente
"Trabajar en forma INTEGRADA, HACIENDO QUE LAS COSAS PASEN"
Este año ¿lo lograremos?
Mario López Oliva

miércoles, 22 de octubre de 2008

De relinchos y rebuznos

El Siglo de Torreón - Torreón,Coahuila de Zaragoza,Mexico


Por: Gilberto Serna

El burro pertenece a la familia de los solípedos. Se distingue entre los cuadrúpedos en que tiene un solo dedo cuya uña engrosada constituye una funda muy fuerte a la que se denomina casco. Mide aproximadamente como un metro y medio de altura, de color ceniciento, con las orejas largas y una cola poblada de cerdas. Es muy sufrido, siendo aun un pollino, los vemos al lado de un matalote, jalando un carretón por esas calles de Dios, por lo común, con desperdicios de materiales de construcción. En tanto el caballo tiene los dedos en número impar, por lo menos en las extremidades abdominales, terminados en pesuños, con el dedo central más desarrollado que los demás, de cuello poblado de cerdas largas y abundantes, denominadas crines. Hay señaladas diferencias, en la altura, en el largo de las orejas, en la corpulencia y en sus crines. Desde luego teniéndolos en presencia, son inconfundibles. Son sinónimos: asno, rucio, pollino, jumento, borrico, acémila, rozno, garañón, guarán, onagro y rucho. Al caballo también se le dice corcel, palafrén, potro, rocín, rocinante, jaco, semental, penco y matalote.

De la literatura se desprende, el rocinante de don Quijote y el asno de alforjas de Sancho Panza, así como el Caballo de Troya, son famosos a pesar de que no eran de carne y hueso si no criaturas imaginarias. Dejaremos constancia de que existe el caballito del diablo o libélula, además del caballito de mar o hipocampo. No dejemos de lado el palo de escoba que sirve para juegos de los niños. Niños de antes cuando no se habían inventado las computadoras. En las páginas de la Historia existen caballos famosos, a saber: Bucéfalo, de Alejandro Magno, que lo acompañó en la conquista del imperio más grande de la antigüedad. El del emperador Calígula, llamado Incitatus, al que tuvo la locura de nombrar miembro del senado, el de Atila decía que donde su caballo pisaba no volvería a crecer la hierba, el del Cid de nombre Babieca que lo sostuvo sobre sus lomos para que, ya muerto, el Campeador ganara su última batalla. Pues bien, los conocedores de la fonética, oyeron cómo unos burros y un caballo vociferaban, si es que al igual que hizo el griego Esopo (siglo VII-VI antes de Cristo) o el francés La Fontaine (1621-1695), consideran sus rebuznos y relinchos como un lenguaje articulado mediante el cual se comunican las bestias.

Viene esto, de mencionar a burros y caballos, por la comparecencia de Alberto Cárdenas Jiménez, titular de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa), en reseña que salió en este periódico el pasado viernes, se dice, molesto por que en vez de llamarlo “caballo negro”, mote que llevó con orgullo al aspirar a la candidatura presidencial, en pasado proceso electoral, ahora con evidente carga emocional lo motejan de “burro pardo”. Indudablemente que más semeja un caballo cimarrón, reacio al trabajo, si se parte del roznido usado por los diputados. Siendo acusado de ineficacia al frente de la dependencia y de otorgar tratos preferenciales a cuatro empresas que acaparan el 60 por ciento de la producción de maíz blanco. Hay incapacidad, incompetencia, ignorancia y falta de voluntad política para conducir el campo por el camino adecuado, le dijeron. Añadiendo que hay un presunto fraude con el maíz blanco de Sinaloa, según le señaló el diputado Juan N. Guerra. A pesar de que hizo la protesta de conducirse con verdad a lo que le preguntaran, se abstuvo de contestar en varias ocasiones a las preguntas que se le formularon, en que no llegamos a concretar si hizo bien o mal por qué más parecía un tribunal que olvidaba que nadie está obligado a responder, si con ello se inculpa a sí mismo, según reza el sentido común y lo ha de ordenar algún código equino.

Bien, se le dice burro a un hombre necio e ignorante. Desconozco si al compareciente le quedan o no esas nominaciones. Quizá sea sólo burro cargado de letras, o sea alguien que ha estudiado mucho pero que carece de entendimiento por cuanto a lo que está pasando en los campos agrícolas. El salón se veía repleto de grandes y largas orejas de algunos de los que interrogaban con hocico alargado, trompas y grandes dientes. Algunos, en sonoros rebuznos, pedían la renuncia del caballo a seguir al frente de una oficina pública. Éste contestaba con agudos relinchos expresando que la desgracia venía de tiempo atrás, cuando eran otros los que gobernaban. Pensaba para sí mismo que nada podía hacerse, bueno en realidad sí, pues los negocios al amparo del poder público son los más jugosos. No veía nada malo en ello. Cuando el barco se va a pique lo primero que hay que hacer es proveerse de un flotador, aunque las ratas, según dice el secretario de hacienda Agustín Carstens, ya abandonaron el barco, embolsándose un millón de dólares aquí, otro millón allá y uno más acullá, en efecto, “reveló que la volatilidad de la semana anterior en el mercado cambiario de México tuvo relación con operaciones especulativas de un grupo de empresas nacionales” -mexicanas hasta las cachas-. En fin, entre relinchos y rebuznos esperemos confiados en que el destino nos depare una mejor suerte, que la que nos ha acompañado hasta ahora. Mientras, lo único que nos queda, a los mexicanos del montón es ajustarnos el cinturón.




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