El desafío para la Industria del Caballo en la Argentina es nuevamente
"Trabajar en forma INTEGRADA, HACIENDO QUE LAS COSAS PASEN"
Este año ¿lo lograremos?
Mario López Oliva

lunes, 17 de diciembre de 2007

Las carreras cuadreras, pasión de multitudes en Calamuchita

Cada domingo, improvisados hipódromos son el escenario de competencias que cada vez congregan a más público.

Carina Mongi
Especial

Santa Rosa de Calamuchita. Desde una estanciera con sus chapas corroídas, con sillas, mesa y calentador a mecha a bordo, hasta una flamante camioneta cuatro por cuatro de marca extranjera. Como pocas cosas, la pasión por los caballos logra barrer de un plumazo las barreras sociales.

En Calamuchita es todo un fenómeno, aunque desconocido por muchos. Las carreras cuadreras que se reeditan cada domingo en distintas pistas de la región convocan cada vez a más gente.

Casi todos los asistentes arrancan con el ritual del asado, parrilla en piso. Mientras todo se acomoda, comienza a rodar el engranaje de la jornada, que se renueva con cada corrida: los caballos que protagonizarán la carrera siguiente (con tres, cuatro o cinco animales), se exhiben en la "rotonda", para que los aficionados puedan elegir y apostar. Al mismo tiempo, sobre un rastrojero, con un megáfono y valiéndose de una pizarra sostenida en un árbol, se inaugura el "remate", que sumará apuestas de diverso calibre.

De forma paralela, se realizan apuestas "privadas", mano a mano. A los pocos minutos, los equinos son guiados hasta la gatera, en la punta de la pista.

Tras esta señal, la multitud se va agolpando a los costados de la cancha, para apreciar quién es el afortunado que logra cruzar primero el disco.

Cuando el sol acompaña, vendedores de bijouterie, juguetes, talabarteros y otras hierbas, van acomodando la mercadería y le imprimen un tinte de feria al encuentro. Con matices parecidos, se enciende cada siete días esta antigua tradición en la zona, que requiere de preparación y dedicación previa.

Un entrenador de raza. Sergio Arce, de Villa General Belgrano, acusa tener 40 años y asegura que hace la misma cantidad que está vinculado a los caballos. Es decir, toda su vida. De hecho, transmitió con creces su pasión a sus tres hijos: todos son jockey.

“Esto lleva mucho tiempo, mucho sacrificio y plata también; es caro, por eso siempre tengo caballos en sociedad con amigos”, señaló el dueño y cuidador.

Arce reveló que la rutina es rigurosa y exigente si se quiere mantener un caballo en competencia. Las tareas no conocen de feriados ni de domingos. “Me levanto a las cinco y media de la mañana, entro a las ocho al trabajo y antes debo dejar todo listo. Por suerte, tengo mis hijos que me ayudan”, afirmó.

“Si uno hace un balance, es más lo que se gasta que lo que se gana”, apuntó Arce, al tiempo que reconoce que no persigue un fin netamente económico y admite que la posibilidad de generar un caballo que resulte un gran campeón, es quizá lejana aunque siempre posible. “Uno siempre sueña con sacar un Candy Ride o un Invasor, el caballo argentino que este año fue el mejor del mundo ya que ganó la `Dubai Cup’, de siete millones de dólares. La posibilidad siempre está, es cuestión también de suerte”, indicó. “A Candy Ride –continuó- lo compraron cuatro amigos en 12 mil pesos y lo vendieron en 1.200.000 dólares”, puso como ejemplo para insistir en su idea, entre la pasión y la esperanza de un negocio que le cambie la vida.

Pasión y orgullo. Como muchos otras personas de la zona vinculadas al tema, Arce reconoce que es la pasión lo que lo moviliza: “Peleo con mi esposa siempre, porque ella es ‘anticaballo’ y en mi casa somos cuatro hombres contagiados por esta pasión”. Relató, con orgullo, que sus tres hijos menores ya se destacan como jinetes. Dice que lo harán mientras “el físico les dé”, ya que es requisito básico una contextura menuda. “El más chico tiene nueve años, corrió tres carreras y ganó todas; el otro, de 12, corrió 23 y ganó 10; y el más grande, de 16, ya larga con los ‘cuarto de milla’ que es un mérito, porque son animales muy potentes”, enumeró con detalle.

¿Ganar una apuesta, alcanza para algo?, preguntó este diario. “Cuando ganás, por lo general salvás la comida y un poco el trabajo, pero lo más lindo es el cuadro. Tener un cuadro en la pared... y la filmación”, respondió.

Al final de cada carrera, además, nadie quiere perderse la postal con el campeón.

Recuperar el caballo. “Es como un atleta, hay que entrenarlos todos los días. Martes y jueves se ‘varea’ (pasea) en la cancha y todos los días debe salir a trotar”, apuntó Arce sobre su caballo. “El cuidador debe recuperar el caballo, porque después de la carrera puede quedar con alguna molestia, como un jugador de fútbol”, comparó.

“En el país hay muchos caballos, mucha zona rural”, explicó Arce sobre la atracción que despierta la actividad. Pero Calamuchita debe ser de las regiones con más aficionados y carreras.

Inversión y apuestas. Según los cálculos, se invierte por mes al menos unos 200 pesos en comida y unos 500 en veterinaria, más las horas de cuidado, para caballos que corran en los circuitos zonales.

“Cualquiera que tiene un caballito apuesta 500 pesos, por menos de eso un propietario no juega”, apuntó a este diario uno que no se pierde carrera en la zona. “Si no, no te conviene, si sacás cuentas, gastás 500 en comida y si no apostaste 500 para ganar 1.500 o 2.000, no te conviene”, completó la idea mientras esperaba la largada.

Ascenso directo. En las carreras de la zona, cuando un caballo se convierte en ganador, sube a la categoría siguiente, más exigente. El “clásico” es la carrera más importante de cada competencia, donde se miden los ganadores. “Es la carrera más dura”, opinan los conocedores.

“Es una movida grande”, apuntó Carlos Freytes, organizador días atrás, de una carrera en Villa Ciudad Parque, vecina a Villa General Belgrano. Durante toda la tarde, se lo ve moverse de acá para allá, correr, discutir con la gente. Es el responsable de todo. Desde hace 10 años Freytes se dedica a generar estos eventos.

Es él quien admite que ha crecido en gran proporción en los últimos años esta actividad. “En carreras chicas se apuesta hasta 500 o 1.000 pesos por caballo en un solo remate, y se llega a apostar hasta 2.000 o 5.000 pesos. Acá puede apostar el que viene con dos pesos, con 10, o con 100”, señaló, para dejar claro que hay lugar para todos los bolsillos.

Como una familia. “Mantener un caballo es mucho esfuerzo, un caballo cuesta como una familia. Hay que viajar, tienen que tener la libreta de sanidad y muchos requisitos”, comentó Freytes.

También explicó que deben acudir muchas veces a las fotografías y a la filmación para revisar la corrida apenas finalizada, para determinar o modificar un fallo. “A veces hay que tomar el reglamento del Jockey Club para dar una sentencia”, sostuvo. En esas carreras de final muy apretado, los apostadores también aguardan con impaciencia confirmar el resultado. A los caballos corredores, claro, les dará lo mismo...

“La gente se ha ‘civilizado’ mucho. Por supuesto que todos queremos ganar, por eso por ahí se da algún cruce de palabras, pero no pasa de ahí”, reconoció Freytes.

Mientras, uno de los presentes, parado al lado de la pista de tierra marcada, sintetiza su sensación: “Si un domingo no hay carrera, nadie de nosotros sabe qué hacer”.

En Calamuchita, esta pasión se reinventa cada domingo, en pequeños y en algunos casos improvisados hipódromos y en otros con alguna mayor infraestructura.

Como si el tiempo no hubiese pasado, se repite una tradición que data de fines del siglo 17 y principios del 18, y que suele transmitirse de padres a hijos, como un fuerte legado familiar.

Un legado que parece haber retomado fuerza en la última década, porque todos repiten entre asombrados y orgullosos que cada vez se suman más caballos, público y carreras.

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