El desafío para la Industria del Caballo en la Argentina es nuevamente
"Trabajar en forma INTEGRADA, HACIENDO QUE LAS COSAS PASEN"
Este año ¿lo lograremos?
Mario López Oliva

lunes, 10 de marzo de 2008

Mexico, Hipódromo

eluniversal.com.mx

Apuestas, buena comida, música y diversión en familia. Todo cabe en este lugar


Los caballos se preparan, bandera arriba, todo está listo y ¡arrrrancan! Al escuchar el disparo, las más de mil 500 miradas están atentas a la pista.

Con el boleto en una mano y el otro puño tenso, preparado para subir y agitarse en caso de triunfo o para apaciguar los gestos en señal de derrota, se encuentran cada media hora hombres y mujeres en el Hipódromo de las Américas.

Aunque las carreras duran unos cuantos segundos, la emoción puede durar horas y hasta una vida. Apostar es una de las mayores atracciones del Hipódromo, pero el espectáculo abarca mucho más. A este lugar no sólo se va a ganar o perder dinero sino a convivir en familia, a comer bien, a aprender un poco sobre el mundo ecuestre, a escuchar alguna banda musical.

Niños, jóvenes y adultos, todos caben en este lugar.

Apuestas, comida y de más

En un esquema breve de las atracciones del Hipódromo, el espacio se divide en dos áreas principales: la de las gradas y la de restaurantes.

En la primera es donde está el ambiente de más tensión y emoción, bullicioso, donde se hacen las apuestas más jugosas; la segunda es más tranquila, ahí se va principalmente a degustar buenos platos y bebidas al mismo tiempo que se ven las carreras.

Si de gastos se trata, el área de restaurantes es más costosa, pues en las gradas se puede consumir comida rápida, con precios que van desde 10 pesos y se pueden hacer apuestas por el mismo precio. Es decir, con 100 pesos que se invierta por persona (entrada, estacionamiento, comida y apuestas) es posible pasar toda una tarde ahí.

Si la suerte es buena, esos 10 pesos se pueden multiplicar. Como el caso de una joven que por primera vez acudió y en su apuesta inicial ganó 238 pesos, y en la tercera carrera obtuvo arriba de 700 pesos.

“Con esto pagamos la comida, el estacionamiento, ¡todo!”, comentó el hermano de la joven que admitió tener la “suerte de principiante”.

Si el conocimiento sobre cómo se realizan las apuestas o cómo arriesgar todo a un seguro ganador es nulo, hay un módulo para principiantes, y también se obsequia un cuadernillo con los pronósticos de los expertos.

Así como hay primerizos en las apuestas, también los hay experimentados, gente que ya no lo toma como una atracción sino como un modus vivendi. El dinero que ellos llevan no es para “pasar un buen rato”, si ganan comen, si no, se aguantan el hambre y el coraje.

Los expertos en apuestas están en el palco central. Ellos observan cuidadosamente a los caballos, saben si renguean, si les brilla el pelo, si en las carreras pasadas les ha ido bien, en fin, si está en buenas condiciones para la competencia en turno. Son clientes frecuentes, no faltan ni un fin de semana.

Como ellos está Julio César Vargas, que no ha dejado de ir al Hipódromo desde el segundo día en que éste abrió, en 1943. Ahora, su hijo Fernando Vargas lo acompaña.

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