El desafío para la Industria del Caballo en la Argentina es nuevamente
"Trabajar en forma INTEGRADA, HACIENDO QUE LAS COSAS PASEN"
Este año ¿lo lograremos?
Mario López Oliva

viernes, 31 de octubre de 2008

El Sol de Zacatecas - Zacatecas,Mexico

Participa un zacatecano en vaquería en llanura colombiana
Tirar de la cola de una res para derribarla montado a caballo, se ha vuelto el centro de atracción de las fiestas de octubre en Villavicencio, Colombia. Foto: Reuters
El Sol de Zacatecas
23 de octubre de 2008

Reuters

Villavicencio, Colombia.- Emilio Solís, de 46 años de edad, visita por primera vez Colombia, para competir en un campeonato que premia al ganador con unos 11 mil dólares.

Emilio Solís es originario del estado de Zacatecas, y luce un bigote similar al del pintor español Salvador Dalí, fue motivado a venir por su hermano y por la mayor seguridad que impera en el país.

"No pensé que se viera este ambiente y estas mujeres tan bonitas. Se dicen muchas cosas (de Colombia) pero me he encontrado con gente muy linda y volveré el año entrante", dijo Solís, mientras el bochorno se mezcla con el olor a boñiga y orina de los novillos, encerrados muy cerca a los jinetes que se alistan para competir.

La sinuosa vía que conecta a Bogotá con Villavicencio, de 90 kilómetros y rodeada de gigantescas montañas, fue al comenzar la presente década el campo de batalla del Ejército y rebeldes izquierdistas que montaban retenes para robar camiones con alimentos y ganado, y cometer secuestros extorsivos.

Los crímenes, incluyendo la destrucción de fincas por no pagar las extorsiones, motivaron, según el Gobierno, el surgimiento de los escuadrones de paramilitares de ultraderecha en la década de 1980, muchos patrocinados por hacendados.

Pero esos grupos se convirtieron en bandas fuertemente armadas y dedicadas al tráfico de drogas que cometieron espantosas atrocidades en su lucha contra la guerrilla, y que ahora, de acuerdo con el Gobierno, se han desmovilizado.

Los coleadores mexicanos, con sus sombreros de ala ancha, alta copa cónica, chaqueta corta, pantalón ajustado, y botas con espuelas, son los más aplaudidos por el público en la manga de coleo.

LA HISTORIA LOCAL

El calor y la humedad arrecian en Villavicencio, la principal ciudad de la extensa llanura oriental colombiana, mientras miles de personas abarrotan la gradería, expectantes a un joven jinete y su caballo color castaño oscuro.

Todo está listo para que Simón Mejía, un estudiante de 16 años, salga en carrera junto con otro jinete, atento a derribar a un novillo de unos 300 kilos, en una pista de 15 metros de ancho por 250 metros de largo.

Simón, con su rostro bañado en sudor, hará honor a la larga tradición de la vaquería, el coleo, popular en cientos de localidades en Colombia, México y Venezuela, y el motor de una maquinaria de venta de productos que van desde carne asada a la vara, hasta conjuntos residenciales en Villavicencio, capital del departamento del Meta.

Tirar de la cola de una res para derribarla montado a caballo, se ha vuelto además el centro de atracción de las fiestas de octubre en Villavicencio, ubicada al sureste de Bogotá y un vital centro abastecedor de carne y productos agropecuarios para la capital colombiana.

Las fiestas, en las que se coronan a reinas de belleza y se exalta al joropo, la música y danza popular venezolanas que se ha extendido a la vecina llanura colombiana, han cobrado brillo en los últimos años en esta región que ocupa alrededor de una cuarta parte del territorio, gracias a la reducción de la violencia y a la mayor seguridad.

"Hay cacho en la manga! (...) Démosle la bienvenida al niño coleador!", grita el narrador para indicar que está todo listo para que arranque una frenética y peligrosa carrera por la pista de arena, llamada "manga", en la que los tres animales, Simón y su acompañante, hacen retumbar la tierra, levantando arena y polvo en todas direcciones.

AUGE DE DIVERSION

El muchacho, el más joven competidor de los 150 del duodécimo Encuentro Mundial de Coleo, no logra derribar al novillo en los dos intentos que tiene, y sale con una raspadura en su mano derecha, que sacude con un gesto de rabia.

Simón, jadeante, mira su mano, mientras su caballo va lentamente por un corredor paralelo a la pista, que lo conduce donde palafreneros, algunos de ellos niños, le dan de beber y lo alistan para la próxima competencia.

La política de seguridad del presidente Álvaro Uribe, apoyada por Estados Unidos, obligó a replegar a las guerrillas izquierdistas a las selvas del sur del país, cuando no hace más de 10 años campeaban en fincas, robaban ganado y obligaban a hacendados a cuidar sus propiedades por circuito cerrado de televisión en esta parte del país.

Años atrás, buena parte de la concurrencia la componían familiares de los competidores y trabajadores de los cientos de haciendas de cría de ganado que rodean la ciudad.

Pero en el reciente Mundial de Coleo, más de un 70 por ciento de los asistentes estaba compuesto por turistas del centro de Colombia, quienes pagaron entre seis y 20 dólares por entrar, según el portavoz de la organización del evento.

Liliana Solarte, una abogada que vive en Bogotá y quien adquirió recientemente una casa de descanso, dice sentirse mucho más segura, mientras sacude un abanico y vigila a su pequeño hijo de cinco años, atraído por los caballos y por los policías carabineros que cuidan el sitio de la competencia, en las afueras de Villavicencio.

"Aquí no se podía venir hace seis o siete años (...) en una ocasión me quede en un trancón (embotellamiento) en la carretera por un tiroteo entre el Ejército y la guerrilla que nos obligo a regresar", relató.

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