La primera inclusión de Guatemala en el concierto de las naciones independientes del nuevo mundo es un grabado publicado por R. Ackermann, en Londres y México, en 1825: un carro triunfal jalado por seis hermosos caballos, y cuyo texto dice: “Triunfo de la independencia americana”. En ella, el genio de la Independencia Americana, coronado por las manos de la Prudencia y de la Esperanza, lleva en las suyas el símbolo de la Libertad y empieza su carrera triunfante. Los seis equinos representan a México, Guatemala, Colombia, Buenos Aires y Chile. La Templanza y la Justicia los dirigen; los Genios de las Artes y de las Ciencias adornan a este grande y glorioso espectáculo, en tanto que la Abundancia y el Comercio ofrecen un progreso ilimitado. Y es que la independencia de Guatemala no podría concebirse aislada del contexto regional.
Para 1808, el Estado español se encuentra en crisis, por causa de la invasión de Napoleón Bonaparte. Es la época en que surge una identificación nacionalista con el Nuevo Mundo, que a la vez mitifica y manipula la historia: los criollos, españoles nacidos en América, se afirman como descendientes, ya sea de caciques indígenas o bien de aquellos primeros descubridores y conquistadores. Sin embargo, los españoles peninsulares continúan en los puestos clave del gobierno, y el comercio es monopolio de las grandes capitales, por lo cual no hay intercambio entre las colonias. Una de las primeras chispas libertarias fue en la isla La Española (hoy compartida por República Dominicana y Haití), que entonces estaba controlada por España y Francia. En 1791, el esclavo Toussaint Louverture se une a una rebelión, de la cual se convertiría en dirigente. Aunque al final sería derrotado y encarcelado, Louverture abriría, quizá sin saberlo, la ruta hacia la descolonialización.
En 1810, el virreinato de Nueva España (México) sufre una crisis y se producen rebeliones populares en varios puntos. Los sacerdotes Miguel Hidalgo y Costilla, y José María Morelos son dos de las figuras más notables. Buscan reformas sociales y liberarse del poder español. Mientras, en Sudamérica hay cuatro tendencias: los afrancesados, que proclaman su lealtad a José Bonaparte (nombrado rey de España por su hermano); los leales a Fernando VII, que se pliegan a la Junta Provincial de España; también están quienes buscan crear una junta provincial en su país, es decir, la independencia. En cada uno de los países van surgiendo movimientos y líderes que impulsan la idea de separarse de España, ya sea por la vía política, y bien, si hay necesidad, por las armas. Las batallas son múltiples, sangrientas y prolongadas, a diferencia de Guatemala, en donde se consigue el acuerdo entre autoridades españolas, criollos y peninsulares para firmar el acta… Después vendrían los años de batallas entre estas facciones políticas. Así que, pese al glorioso triunfalismo que evoca la estampa de Ackerman, ya se ve que la libertad estaba lejos de ser un camino de nubes.
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