El Comercio (Ecuador) - Ecuador
En el Festival Campesino, organizado por el Municipio, hay bailes populares, competencias de gallos y de mascotas. Las carreras son el mayor atractivo entre el pueblo.
Ma. Vanessa Vera. Redacción Guayaquil
Una decena de tiras de caña guadúa y madera se alinea para formar el marcador de salida. Ahí se forman tres espacios para que los caballos se posicionen, antes de la partida.
Los jinetes se sostienen solo de las riendas, no hay monturas y su mejor aliado es un bejuco. Descalzos, con los pantalones arremangados y las camisas llenas de lodo, se preparan para recorrer los 100 metros de pista. El escenario está dentro del recinto ferial de la Asociación de Ganaderos de Bucay (Guayas).
El festival La Lolita nació para incentivar las tradiciones del campo.
Lorens Olsen
Alcalde de Bucay
El juez, al que llaman ‘Coco’ Palma, confirma que todo está listo. A la cuenta de tres, da la señal. Su sombrero de paja es el banderín de partida.
Unos graderíos de caña sirven de tribuna para los espectadores. “Esta es una forma de distraerse después del trabajo. Me emocionan, porque es parte de la vida montubia”, dice Francisco Franco, quien labora en una hacienda de la zona.
Pero esa no es la mejor ubicación. “Pícale”, “dale”, son algunos de los gritos de aliento que se escuchan desde las laderas que rodean la pista.
Las carreras de caballos criollos forman parte de la agenda del Festival Campesino La Lolita. Desde hace ocho años es parte de la celebración de las fiestas de General Antonio Elizalde (Bucay). La primera semana de noviembre, este poblado al este de Guayas celebró 14 años de cantonización.
La población es el límite con las provincias de Cañar, Chimborazo, Bolívar y Los Ríos. De ahí que su terreno es montañoso y posee un clima cálido.
El galope también se marca al ritmo de la banda Virgen de Agua Santa. Los músicos llegaron esta vez desde Pallatanga. Al son de Cuchara de Palo, ponen la fanfarria en competencia.
Comisario, Daña Fiesta, Rockolero, ‘Malvado, Gringo, son algunos de los nombres de los ganadores. Se realizan más de 20 carreras y también participan mulares.
Fausto, así prefiere que lo llamen los jinetes, llegó desde Cuenca para participar en el Festival La Lolita 2008. Tras cabalgar 37 kilómetros atravesando la montaña, decidió cruzar la pista de carreras.
El charco de agua y lodo que se forma antes de llegar a la meta le dio la bienvenida. “Fue la mejor experiencia. Estoy todo mojado y sucio, pero lo importante es compartir esta fiesta con la gente del pueblo”.
“Una de las tradiciones es que los jinetes se den un baño de vez en cuando”, vocifera el animador. El terreno mojado conspira en contra de los jinetes. Aunque para los espectadores es el punto de mayor emoción.
“Lo que más me gusta es verlos caer al agua”, dice Milton Gaibor, mientras sus compañeras de tribuna se alborotan al paso de Tesoro, uno de los preferidos de la familia Gaibor.
40 caballos se inscribieron en la competencia y más de 15 haciendas pugnaron por obtener los primeros premios.
Lorens Olsen, alcalde de Bucay, calcula que este año ingresaron unas 8 000 personas al festival campesino.
Ahí también se realizó el juzgamiento de caballos de paso criollos y peruanos.
Además, hubo competencias de gallos y de mascotas. También se realizaron los concursos del mejor racimo de guineo orito, mejor caña guadúa...
En las gradas y en la tribuna, las apuestas se concretaban con un vaso de cerveza. El negocio se cerraba en USD 10 por carrera.
Luis Palma cabalgó en siete ocasiones. Ganó cuatro veces, pero no se salvó de caer. Montado sobre Gringo llegó a la final y se llevó el primer premio. Las botellas de cerveza se derramaban sobre José Arias, conocido como ‘Mojarra’, quien crió al animal en su pequeño rancho.
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