Por Kim Mandel
Para LA NACION
Los números hablan por sí solos. Siete veces campeón argentino de salto, un récord histórico; seis veces Olimpia de Plata en equitación; una carrera hípica que comenzó a los 11 años en menores, que incluye participaciones en Juegos Olímpicos, Campeonatos Mundiales y Juegos Panamericanos, y que hoy, a los 58, continúa con una destacada trayectoria nacional e internacional de primer nivel.
Así se puede retratar a Martín Mallo, el flamante campeón argentino de salto. Pero los fríos números dicen solamente una parte de la historia. Por eso, LA NACION se acercó al Club Hípico Argentino para hablar con el jinete sobre su pasado, presente y futuro.
-¿A qué atribuís tu vigencia?
-La equitación es un deporte que permite seguir en un primer nivel más tiempo que otras disciplinas. Hay ejemplos de varios jinetes de 60 años o más que saltaron internacionalmente, como el brasileño Nelson "Neco" Pessoa, el canadiense Ian Millar y el francés Michel Robert. Además tengo un físico que ayuda y la suerte de montar caballos que permiten mantenerme en un primer nivel.
-¿Seguís un régimen especial para mantenerte en forma?
-Para complementar la equitación -monto no menos de seis caballos por día- corro 40 minutos dos o tres veces por semana y juego al squash dos veces. Y trato de comer sano, aunque me gusta mucho la carne (risas).
-¿Quién influyó en tu carrera?
-Mi padre Esteban (saltó en los Juegos Olímpicos de 1948 y en los Panamericanos de 1955) fue quien me introdujo en el deporte, mi primer maestro. Después fui autodidacta, porque no había, como ahora, jinetes de primera que dieran clases. Siempre observé mucho a los mejores cuando viajé. Tomé como modelo a Pessoa, a quien considero que transformó el deporte en el mundo. También me influyó el inglés David Broome, entre otros.
A nivel nacional, tuve la suerte de competir con Hugo Arrambide, Carlos Delia y Jorge Llambí, todos referentes en nuestro deporte.
-¿Cuál fue tu mejor triunfo?
-Hay varios, pero quizás este último campeonato nacional lo recordaré toda la vida. Por la satisfacción de haber entrenado a Magnus Romeo, un ejemplar joven fuera de lo común; lo monto desde que tiene cinco años (cumplirá ocho el próximo mes). También, por el record de siete títulos, que será difícil de igualar. No porque faltan jinetes, sino porque es difícil contar con caballos de primera línea durante un período largo. En otros países es más fácil, pues cuentan con mayores medios económicos. Aquí es todo a pulmón.
-¿Te arrepentís de algo en tu carrera hípica?
-Tendría que haber incursionado más en los Estados Unidos porque hay más oportunidades que en Europa, donde viví y competí por tres años.
-¿Proyectos para este año?
-Competiré con Magnus Romeo en Palm Beach, en febrero y marzo, para añadir una cuota de experiencia internacional a su carrera. Es una gran serie de concursos que reúne alrededor de 7000 caballos e importantes jinetes internacionales tanto en salto como en adiestramiento.
-¿Qué legado te gustaría dejar a los jinetes jvenes?
-Me gustaría ser un ejemplo, que se dediquen al deporte como lo he hecho yo durante mi vida. Como dice George Morris, un ícono de la equitación norteamericana, el jinete tiene que tener sobre todo ambición y dedicación, ganas de superarse deportivamente, no bajar los brazos ante la adversidad, ponerse una meta y esforzarse para tratar de conseguirla.
-¿Pensás en el retiro?
-¡Ni loco pienso retirarme! Mientras me sienta bien voy a seguir.
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