El desafío para la Industria del Caballo en la Argentina es nuevamente
"Trabajar en forma INTEGRADA, HACIENDO QUE LAS COSAS PASEN"
Este año ¿lo lograremos?
Mario López Oliva

lunes, 24 de marzo de 2008

«¿Qué cual es el secreto para ser felices durante medio siglo?»

eldiriomontanes.es


«¿Qué cual es el secreto para ser felices durante medio siglo?»
Mariano González y Joaquina Barreda descubren la clave de su éxito.

Son unos excepcionales jinetes, conocidísimos y habituales de la hípica de La Magdalena, viajan en coche de caballos, son recibidos por los toreros en la Feria de Santiago, él fumaba diez puros diarios de los de vitola, en su casa de campo se recibe a una parte de la aristocracia madrileña, él siempre usa traje (tiene treinta) y sombrero de ala ancha (más de veinte), ella es difícil verla sin pamela y con joyas, tienen una finca con caballos... ¿Aristócratas de los de cortar el cupón? En absoluto. Son Mariano González y Joaquina Barreda. Los dos nacieron en el mismo pueblo, Lloredo, y después de unos avatares dignos de Romeo y Julieta, se casaron tras 28 días de noviazgo, contra viento y marea. «Desde entonces ni un solo día, ni uno solo», remarca Mariano con sonrisa y ojos picarones, «hemos dormido separados. Ni en el hospital, que yo he dormido a su vera, en una silla».

De que con clase se nace, sea rigurosa o pinturera, es muestra en este matrimonio que prepara su fiambrera con pollo guisado y tortilla de patatas, se sube a su serré y llegan a Santander, a participar como espectadores en los saltos de La Magdalena, porque, ambos, son magníficos caballistas. Trabajaron juntos una tierra de su propiedad en Lloredo, con sus manos, que delatan los duros trabajos, atendieron 50 vacas, el campo para los cultivos de los caracoles y setas que cogían en su pueblo para venderlas en Torrelavega los jueves. Cinco hijos lo demandaban. «¿Qué cual es secreto de la felicidad?», reitera la pregunta Joaquina, «no hacer caso a las cosas malas. Cuando él se enfada, yo miro para otro lado, y espero a que se le pase. Nos queremos muchísimo y eso nos ha hecho superar todo. No hay que tirar cada uno por su lado cuando se discute un día». Cerca de su casa, en Lloredo, hay un palacete que ellos cuidan y su hospitalidad hace que, muchos veranos, los invitados de los dueños acaben en su casa pelando patatas para la marmita (Senillosa, Carrero Blanco, aristócratas madrileños se han sentado a su mesa).

Han tenido cinco hijos a los que adoran y con los que, subidos en su serré, acudían a todas las fiestas y mercados de la comarca, y a la playa en verano, «porque siempre hemos sacado tiempo para los hijos, y ahora para los nietos. Mariano «anda un poco pachucho» y le han quitado los puros y el montar a caballo. La Feria de Santiago no sería lo mismo si no se sientan en la plaza de Cuatro Caminos donde les saluda desde el alcalde hasta el último peón, acostumbrados a verlos, desde hace más de 30 años, cada julio, sin faltar uno, en la plaza. «A mi quien me gusta de verdad es Pablo (Hermoso de Mendoza) un caballista de lo mejor del mundo; nos invitó a la despedida de los ruedos de Cagancho, el mejor caballo que ha pasado por las plazas», explica Mariano. Nunca tuvieron coche, siempre viajaron a caballo o en serré, «cuando nos veían pasar nos decían «ahí va eso, Sola y su mujer»», sonríe Joaquina ya que les comparaban con dos grandes jinetes que hubo en Torrelavega, el doctor Emilio Sola y su esposa.

Y es precisamente con un caballo con el que cuenta Mariano una de sus más repetidas anécdotas: «Fui a hacer la mili a Logroño, en Caballería», como no podía ser de otra manera. «Los mozos de mi pueblo volvían de permiso pero yo no tenía medios, así que mi padre me escribía y me decía que se criticaba en el pueblo si yo en realidad estaría haciendo el servicio. Y me dije, ahora os vais a enterar si estoy en la mili o no. Como yo servía a los comandantes y capitanes, cuidando sus caballos, un día le cogí el uniforme al capitán, enjaecé un caballo del coronel, encendí un puro y me fui a pasear por El Espolón, donde había un fotógrafo. Hasta se me cuadró uno de Cabezón de la Sal que estaba en la puerta. Me descubrió otro capitán y mi superior no sólo no me arrestó si no que me dió una propina cuando le expliqué que es que en mi pueblo no se creían lo de la mili y que les quería mandar una foto. Vaya que si se enteraron, ¿y de capitán!».

El señorío no tiene que ver son el abolengo, ni la felicidad con el dinero, ni el amor con la belleza. La vida sí tiene que ver mucho con Joaquina y Mariano, hijos de Cesáreo Barreda, Ceferina Cossío, Félix González y Brígida Prieto, padres de Mariano, Juan Carlos, Brígida, Ceferina y Cesáreo y abuelos de ocho nietos, «el mayor, va pŽa periodista». Todos ellos son buenos caballistas. Sus abuelos se han ocupado de ello.

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