Por Néstor Fenoglio
La Primera Yerra es un fenomenal "invento" santafesino, que sirve de ejemplo sobre cómo se pueden aprovechar y potenciar productos turísticos, ejemplos que además deberíamos poder replicar en otros sitios y acontecimientos, acompañados por el debido "contenido". ¿Qué quiero decir con esto? Los impactantes estudios de Zapata Gollán desentierran, con las ruinas de Santa Fe La Vieja, también las primeras marcas para el ganado. El argumento es sencillo e irrefutable: si hay marcas de ganado, en algún momento del año, se juntaba el ganado y se lo marcaba, para dejar en claro la pertenencia. Luego, la fijación de una fecha posible, es arbitraria, aunque se argumentó que sería en el día de San Juan, esto es, el 24 de junio.
No sabemos si es así, pero tenemos suficientes elementos históricos y culturales para hacer lo que se hizo, con una enorme visión "marketinera": "vender" la primera yerra del país como propia, situarla, conformar una comisión organizadora permanente, y, lo mejor, año tras año, recrear esa fiesta que es un hito para la región y que, de paso, trae fondos frescos -muchas de veces "de afuera", objetivo principal del turismo- que se vuelcan, en este caso, en Cayastá.
No hay mentira: hay un sustrato cultural importante -las raíces criollas, la jineteada- vivo y actual; hay historia de verdad detrás -más de 430 años- y hay organización para ofrecer a los visitantes. Todo cierra. Con mucho menos, otros centros turísticos hacen un escándalo. Así que aquí, que lo tenemos todo, necesitamos más "primeras yerras" para darle valor agregado a lo que ya tenemos en la costa.
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