APENAS AYER
Un hombre de la Liga del Norte
Brígido Silva, amigo de Alberdi y de Marco Avellaneda. Por Carlos Páez de la Torre (H), Redacción LA GACETA.
LA CASA PATERNA. La foto, de 1870, muestra las dos plantas de la casa de Silva (hoy Museo Avellaneda), donde Brígido nació y residió hasta su exilio.LA GACETA 
Un integrante destacado y poco conocido de la Liga del Norte contra Rosas, de 1840, fue el doctor Brígido Silva. En 1970, publicamos una larga investigación biográfica sobre este personaje. Fue íntimo amigo de Marco Avellaneda ( quien era además su cuñado) y de Juan Bautista Alberdi, y participó activamente en la conspiración antirrosista que terminó fulminada por las victorias "federales" de Famaillá y de Rodeo del Medio.
Nacido en Tucumán en 1810, era el único varón de los diez hijos del gobernador José Manuel Silva. Se graduó de doctor en Jurisprudencia en Buenos Aires en 1832. "Utilidad y justicia de algunas leyes relativas al contrato de sociedad" se tituló su tesis doctoral, que apadrinó el Deán Diego Estanislao de Zavaleta. Era hombre de mundo y de cultura, muy inclinado a la música y ejecutante del piano. En 1836 volvió a Tucumán. El gobernador Alejandro Heredia lo nombró Asesor General de los Juzgados. Después, fue elegido diputado a la Sala de Representantes durante dos períodos, uno por la Capital y el otro por Chicligasta.
En 1839 adquirió, en el valle de Tafí, la estancia Potrero de la Angostura. Junto con Marco Avellaneda y Salustiano Zavalía, fue destinatario de la célebre carta de Alberdi desde Montevideo (1839), donde incitaba a los tucumanos a alzarse contra Rosas. Cuando Tucumán se pronunció en ese sentido, el 7 de abril de 1840, Silva se adhirió resueltamente a tal postura. Fue Asesor General del Gobierno en tiempos de Bernabé Piedrabuena, y luego presidente de la Cámara de Justicia de la Provincia. Ejercía esas funciones al ocurrir el colapso militar de la Liga del Norte, en setiembre de 1841. Debió entonces emigrar para salvarse la vida.
Escapó "a pelo de caballo", dice un documento, hacia Salta, y por allí llegó a la ciudad chilena de Copiapó. En ella se radicó. Abrió un estudio de abogado y se veía con otros emigrados, como el general La Madrid o el doctor Antonino Aberastain.
Nunca pudo regresar a su ciudad natal, pero mantuvo correspondencia frecuente con la familia. Murió tres años más tarde, entre febrero y marzo de 1843, a la joven edad de 33 años. No ha quedado retrato alguno del doctor Silva.
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