El desafío para la Industria del Caballo en la Argentina es nuevamente
"Trabajar en forma INTEGRADA, HACIENDO QUE LAS COSAS PASEN"
Este año ¿lo lograremos?
Mario López Oliva

viernes, 22 de agosto de 2008

Un malón en la Ciudad

Noticias de Quilmes - Quilmes,Buenos Aires,Argentina




Ya no quedan gauchos como los de antes, de pastelitos y cuadreras. Después de Cobos y De Angeli, la paisanada abandonó su bajo perfil y se dio cuenta de que el protagonismo lo estaba esperando detrás de las cinacinas. Tras tomarle el gustito a las banquinas, empezó a preparar por si acaso sus mejores tropillas. Con gasoil escaso y tradicionalismo en alza, los caballos le quitaron un poco de estrellato a las 4x4 y volvieron a ser la expresión cabal de un ruralismo que ya no corre a las sortijas sino a los funcionarios y que esta tan listo para el ordeñe y el proselitismo, sin esquivarle el bulto ni al arreo ni a la mesa redonda.

Lo que se vio el miércoles en la Ciudad es otra muestra de un criollismo que se abre cancha sin pedir permiso. La jineteada militante ya no se quiere bajar del matungo hasta que sus reclamos no sean escuchados. Un medio centenar de gauchos bien montados trajinó a puro trote por la 44 para hacerle sentir al gobernador Scioli, reunido en ese momento con la cúpula del campo, la presión de un malón bien pensante que estaba listo para avanzar sobre el Fuerte oficial.

La Gobernación tuvo que mandar a la Bonaerense, que demasiado atareada está corriendo sin suerte a los bandoleros. Le ordenó que atajara a una tropa que se lanzaba a todo galope hacia la audiencia oficial. Los vigilantes les dijeron lo de la falta de estacionamientos, le explicaron que más de un zaino se espantaría con los semáforos y hasta les avisaron que la enterrada posta de la 122 todavía no fue rehabilitada. La mayoría aceptó y desensilló, pero una tropilla muy arisca, desacatando a la autoridad, prefirió seguir con su plan y cortar camino. La partida rebelde se lanzó por la 53 a puro rebenque entre bocinazos y asombros y hasta tuvieron tiempo de llevar en ancas a algún pasajero que estaba harto de esperar los coches de la línea norte. La Policía se reagrupó y les dio caza en las inmediaciones de la plaza Islas Malvinas. Allí los controló con esfuerzo, mientras en Casa Gobierno, al ver la trifulca por TV, creían que la estampida era parte de las pruebas hípicas de Pekin. Pero en Malvinas no fue fácil: hubo que apelar a corridas y violencia cuando la caballada se trenzó con las fuerzas del orden. Por suerte no aparecieron los facones, aunque el parte de batalla marca la fiereza del encontronazo: cuatro jinetes, los más sublevados, al calabozo, aperos confiscados y caballos atados a postes de luz. Los que se salvaron, pudieron merodear después con sus recados hasta las puertas de una casa de Gobierno que en estos días ve una rastra y ya no sabe para dónde disparar.

Con posters de De Angeli, banderas argentinas, el Himno a mano para protegerse, clima campero y dogma piquetero, el gauchaje se encargó de sumarle cosquillas y turbulencias a un potro oficial lleno de corcoveos.



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