Origen divino le atribuyen a los caballos; un regalo de los dioses
Foto: Archivo / El Sol de Cuernavaca
El Sol de Cuernavaca
5 de septiembre de 2008
María José Lasso
Cuernavaca, Morelos.- No hay mayor perfección en la naturaleza, que la que se aprecia en los movimientos de un caballo que corre por la pradera. Ni hay mayor sentido de la libertad, que el que se experimenta cuando se galopa sobre el lomo de este noble animal.
Aunque ésta no sea una mascota tan común como lo son los perros o los gatos, no deja de ser menos importante porque, al fin y al cabo, cumple un objetivo tan importante y éste, es la compañía.
Las leyendas y tradiciones fantásticas atribuyen al caballo un origen divino, considerándolo un regalo de los dioses.
Podemos señalar con precisión que durante milenios el caballo no fue más que una pieza de caza para servir de alimento al hombre prehistórico, pero cuando el hombre se hizo sedentario, se dio cuenta que el caballo podía ser de gran utilidad. Los asirios, los estitas en la región de Estivia a quienes se les reconoce como uno de los mas antiguos pueblos de jinetes, al igual que los persas, los indios y los chinos, lo utilizaban como animal doméstico.
Desde ese momento el caballo empezó a ser el ayudante del hombre en el trabajo, llegando a convertirse en un elemento vital en la historia de la humanidad.
Según todos los indicios, este animal no tuvo su origen en Europa, sino que fue importado desde alguna apartada región oriental, y en México, estos animales se conocieron hasta la llegada de los españoles.
Eran 16 caballos los que llegaron con Cortés a tierras mexicanas en 1519. Los primeros caballos que trotaron por el territorio eran en su mayoría caballos andaluces, briosos y de fina estampa, descendientes de equinos moros y fenicios.
No es muy factible que estos animales sean los fundadores de la ganadería equina de México, debido a que los primeros caballos fueron utilizados principalmente en la guerra y no a la reproducción, además de que casi todos murieron en la lucha.
La caballería española aumentó después de que Cortés derrotó a Pánfilo de Narváez y que sus hombres pasaron a sus filas, por lo que regresó a Tenochtitlán con más de 97 caballos, de ahí las importaciones que inmediatamente se iniciaron.
Cuernavaca, Morelos.- No hay mayor perfección en la naturaleza, que la que se aprecia en los movimientos de un caballo que corre por la pradera. Ni hay mayor sentido de la libertad, que el que se experimenta cuando se galopa sobre el lomo de este noble animal.
Aunque ésta no sea una mascota tan común como lo son los perros o los gatos, no deja de ser menos importante porque, al fin y al cabo, cumple un objetivo tan importante y éste, es la compañía.
Las leyendas y tradiciones fantásticas atribuyen al caballo un origen divino, considerándolo un regalo de los dioses.
Podemos señalar con precisión que durante milenios el caballo no fue más que una pieza de caza para servir de alimento al hombre prehistórico, pero cuando el hombre se hizo sedentario, se dio cuenta que el caballo podía ser de gran utilidad. Los asirios, los estitas en la región de Estivia a quienes se les reconoce como uno de los mas antiguos pueblos de jinetes, al igual que los persas, los indios y los chinos, lo utilizaban como animal doméstico.
Desde ese momento el caballo empezó a ser el ayudante del hombre en el trabajo, llegando a convertirse en un elemento vital en la historia de la humanidad.
Según todos los indicios, este animal no tuvo su origen en Europa, sino que fue importado desde alguna apartada región oriental, y en México, estos animales se conocieron hasta la llegada de los españoles.
Eran 16 caballos los que llegaron con Cortés a tierras mexicanas en 1519. Los primeros caballos que trotaron por el territorio eran en su mayoría caballos andaluces, briosos y de fina estampa, descendientes de equinos moros y fenicios.
No es muy factible que estos animales sean los fundadores de la ganadería equina de México, debido a que los primeros caballos fueron utilizados principalmente en la guerra y no a la reproducción, además de que casi todos murieron en la lucha.
La caballería española aumentó después de que Cortés derrotó a Pánfilo de Narváez y que sus hombres pasaron a sus filas, por lo que regresó a Tenochtitlán con más de 97 caballos, de ahí las importaciones que inmediatamente se iniciaron.
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