El desafío para la Industria del Caballo en la Argentina es nuevamente
"Trabajar en forma INTEGRADA, HACIENDO QUE LAS COSAS PASEN"
Este año ¿lo lograremos?
Mario López Oliva

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Aldo Cantero - Escenarios del turf

El Diario de Paraná - Paraná,Entre Ríos,Argentina

Aldo Cantero - Escenarios del turf

El mundo de los Haras es bello y maravilloso, pero su complemento natural y necesario es el mundo de los hipódromos. En estos se vive un tipo de espectáculo que tiene comparación con muy pocos, otros entretenimientos inventados por el hombre y cuya clave está en que en realidad los espectáculos son dos: el que dan caballos y jockeys y el que producen los propios espectadores.



Hay pocos sonidos comparables al bramido de la gente cuando los competidores recorren los últimos tramos de la recta principal; acaso el rugido de las tribunas en los estadios de fútbol cuando la multitud instuye peligro de gol.
El hipódromo es un lugar en el que proliferan los rituales, donde los fanáticos estudian con pasión el pedigree de cada animal, sus antecedentes, los tiempos que hizo en los aprontes, el estado de la pista (normal, pesada, fangosa...), donde se juega dinero, con todo lo que eso implica. Rituales que llegan a ser sagrados para los más fanáticos.
Y en la Argentina, como en muchos otros países, el número de fanáticos es inmenso. Los principales hipódromos del Río de la Plata son los de Palermo y San Isidro, en Buenos Aires, el de La Plata y el de Maroñas, en Montevideo. Cada uno de ellos tiene los pergaminos necesarios para formar parte de cualquier enciclopedia del turf.
Allí se vieron actuaciones de nombres legendarios como Irineo Leguizamo y Vilmar Sanguinetti, entre los jockeys históricos, o Jorge Valdivieso y Pablo Falero entre los actuales. Se vivaron caballos que despiertan recuerdos entre los conocedores. Para ellos, no hay nada que agregar al decir Botafogo, Yatasto o Telescopio. Tampoco se necesita aclaración al nombrar los grandes premios Nacional, Pellegrini, Dardo Rocha ó Ramírez.
Pero además de rituales, hay rutinas, obligatorias, en muchos casos: dos horas antes de la primera carrera del programa los caballos ingresan al hipódromo. El servicio veterinario identifica a los ejemplares presentados y se chequea que sus señas particulares coinciden con los datos contenidos en el certificado de correr, un documento plastificado que incluye siete fotos del animal y el nombre del propietario.

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